IslaS, 67 (211): e1571; mayo-agosto, 2025.
Recepción: 27/02/2025 Aceptación: 01/07/2025
Artículo científico
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Misael Moya Méndez
Universidad de Cuenca, Cuenca, Ecuador
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9019-5144
Correo electrónico: misaelmoya@gmail.com
RESUMEN
Introducción: Consciente de sus muchas diferencias con el resto de la región, la ciudad de Cuenca (Ecuador) podría estar construyendo un imaginario social por autopercepción sublimada, en favor del cual participaría el habla local. Planteada esta premisa, se ha enfrentado el objetivo de describir las formas particulares de expresión que, desde una perspectiva interpretativo-social, reflejarían dicho constructo.
Métodos: Este estudio trabajó con una muestra antropológica, teórico-conceptual homogénea, de oportunidad y conveniencia, que fue analizada desde una perspectiva interpretativo-social en correlación con una aproximación autoetnográfica a la idiosincrasia cuencana.
Resultados: Se identificaron cuatro formas expresivas proimagen y cuatro proactivas, gracias a las cuales sería posible sostener la irrealidad de un constructo social mediante el manejo estratégico del lenguaje, con una doble función ilusionista-propiciatoria.
Conclusiones: Las expresiones identificadas y descritas conformarían toda una tradición de habla (de posible transmisión intergeneracional, aún por estudiar) integrada a procesos de ilusionismo, simulación y ostentación que sostendrían toda una cultura cuencana de la imagen, sólidamente establecida.
PALABRAS CLAVE: idiosincrasia; lingüística; expresiones de habla; autoetnografía; Cuenca; Ecuador
Introduction: Aware of its many distinctions from the rest of the region, the city of Cuenca (Ecuador) may be engaged in constructing a social imaginary rooted in sublimated self-perception, to which local speech would actively contribute. Based on this premise, the objective of the study was to describe specific forms of expression that, from an interpretive-social perspective, may reflect this collective construct.
Methods: The study employed an anthropological sample characterized by theoretical and conceptual homogeneity, selected through purposive and convenience sampling. The data were analyzed from an interpretive-social perspective, in conjunction with an autoethnographic approach to the idiosyncrasy of Cuenca.
Results: The analysis identified four pro-image and four proactive expressive forms, which appear to sustain the unreality of a social construct through the strategic use of language, fulfilling a dual illusionistic and propitiatory function.
Conclusions: The expressions identified and described would constitute a speech tradition—potentially transmitted intergenerationally, though yet to be studied—embedded in processes of illusionism, simulation, and ostentation. These processes would uphold a firmly established Cuencan culture centered on image.
KEYWORDS: idiosyncrasy; linguistics; speech expressions; autoethnography; Cuenca; Ecuador
Concepción y/o diseño de investigación:
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Adquisición de datos:
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Análisis e interpretación de datos:
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Escritura y/o revisión del artículo:
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La idiosincrasia, aceptada como el «conjunto de los rasgos y el carácter distintivos de un individuo o comunidad» (RAE, 2024), tiene un correlato lingüístico identitario en el habla de las regiones culturales. Estas manifestaciones se suelen sistematizar por la antropología lingüística, en tanto «estudio del lenguaje como un recurso de la cultura, y del habla como una práctica cultural» (Duranti, 2000, p. 21). Particularmente en Ecuador, con una pluralidad de culturas y de saberes ancestrales de tanto valor socialmente activos, la antropología lingüística y la sociolingüística han encontrado muy oportunos, e incluso atractivos, determinados fenómenos de la oralidad, las lenguas indígenas, los contactos de lengua, y otros afines, excelentemente abordados en trabajos hasta lexicográficos de inmenso aporte; pero no dejan de advertirse algunos otros intereses que van mostrando la apertura hacia una diversidad de temáticas cada vez mayor (Cordero, 1892; Toscano, 1953; Muysken, 1979; Guevara, 2003; Cordero de Espinosa, 2004; Estrella, 2007; Flores, 2014; Haboud, 2019; Villavicencio, 2021; Costales, 2022; Silva, 2022; Encalada, 2024).
Algunos fenómenos concernientes a las hablas urbanas actuales, muy vinculados también con cuestiones de idiosincrasia, requieren tal vez de algunas condiciones para su desarrollo; entre ellas, un investigador externo con punto de referencia cultural apto para la observación comparada; y la estancia prolongada del investigador en ciudades y regiones para profundizar en sus relaciones con los informantes, madurar críticamente procesos analíticos y sistematizar sus observaciones. Son estas las condiciones que se han aprovechado durante diez años para iniciar un proceso de sistematización informativa de resultados.
Desde lo antropológico, en esta clase de estudio es clara la importancia de la observación participante, sobre todo si alcanza largos períodos de investigación. En tal sentido, se procedió con una «observación de participación activa», con carácter formativo, sin perder la noción de observador» (Hernández, Fernández & Baptista, 2014, p. 403); la que equivale, en términos etnográficos, a la condición de un «participante como observador», con un rol de pertenencia «por contraste», dado que el investigador se implica en las actividades que observa, sin comprometerse con los valores, metas y actitudes del grupo (Angrosino, 2007, pp. 81-82); esto, porque desde una conciencia lingüística particular interactúa con los miembros de la comunidad empleando en todo momento formas próximas a la norma culta del español en las que se ha formado, que contrastan fuertemente con el habla del grupo, y le sirven al efecto de determinar tanto la diferencia, como el grado en que resulta comprendido por los hablantes (utilidad pensada no tanto para este informe en particular, como en función del conjunto de intereses del estudio mayor).
La muestra reviste singularidad, al compartir simultáneamente características de una «muestra homogénea», en tanto las unidades de análisis comparten un mismo perfil o características; de una «muestra teórica», dado que se seleccionan unidades cuyos atributos ayudan a defender una premisa; de una «muestra por oportunidad», ya que se aprovecha el origen fortuito de muchas de las evidencias; e incluso de una «muestra por conveniencia», ya que se vale de los casos que avalan la premisa en desarrollo (Hernández, Fernández & Baptista, 2014, pp. 388-390). Desde un punto de vista estrictamente lingüístico, comparte características de la «muestra antropológica» y de la «muestra empírica razonada o intencionada» (López, 1994, pp. 68 y 59), sin la condición de un proyecto previo puntualmente planeado, sino por conformación paulatina y sistematización.
Pese a la amplitud y diversidad de los fenómenos compilados en la bitácora, es posible indicar su unidad en lo diatópico, así como su relativa unidad en lo diastrático y diafásico, condicionada por la propia conformación social de Cuenca, donde predomina la clase media (por lo que resulta representativa), así como por las relaciones profesionales, actividad social y movilidad del investigador por espacios mayormente vinculados a ese sector.1
De manera general, se satisfacen los requerimientos de todo estudio etnográfico; a saber: la presencia prolongada del investigador en el campo o contexto, el desarrollo de una observación participante acorde a un punto de vista, y el continuo proceso de «reflexividad» (Vasilachis, 2006, pp. 113-116). De manera ya más particular, se satisfacen especificidades de la perspectiva autoetnográfica, sobre todo la autorreferencialidad que neutraliza la división entre observador y participante, la explotación de la experiencia como medio de comprensión de la vida social y la personalización de un enfoque crítico (Bénard, 2019; Gil, 2023). De ahí que lo autoetnográfico se materialice en la sistematización de un testimonio directo (que se ofrece en plena conciencia de la relatividad de su aporte, pero también de su validez en tanto interpretación posible) y en la selección, estructuración y construcción intelectual a partir de los datos.
Ciertamente, en las últimas décadas los estudios y enfoques autoetnográficos han ganado prestigio, por su valor complementario a los paradigmas positivistas fuertemente arraigados, para la comprensión de diversos fenómenos y prácticas culturales y sociales en los que el testimonio del investigador conforma una experiencia no cuestionable desde ese sentido estricto. Los enfoques autoetnográficos han permitido ya, por ejemplo,
la conjunción de los niveles microsociales y macroestructurales; el estudio de las generaciones como conjuntos de poblaciones que comparten periodos históricos particulares; el llamado «conocimiento situado» que relaciona la vida personal del investigador con los temas que elige estudiar; la combinación de perspectivas y, permeándolo todo sutilmente, el debate epistemológico. (Blanco, 2012, p. 68)
En un sentido autoetnográfico, el conocimiento suele considerarse en tanto construcción personal del sujeto cognoscente (Vitaluña et al., 2012, p. 126), donde la noción de experiencia, entendida como «la conjunción de lo externo con lo orgánico cerebral y la proyección de lo interior en lo externo» (Sanmartín, 2021, p. 27), reviste importancia también conceptual. En su ámbito, la percepción se comprende como una representación parcial en cuyo proceso «se ponen en juego referentes ideológicos y culturales que reproducen y explican la realidad y que son aplicados a las distintas experiencias cotidianas» (Vargas, 1994, p. 49).
En cuanto al discurso, lo autoetnográfico legitima la posible construcción en forma de relato narrativo-descriptivo, muchas veces en primera persona, como reflejo de lo vivencial individual, no comprometido con una objetividad absoluta (Almeida, 2024), pero sí abierto a la posibilitación de nuevas interpretaciones a partir de sus informaciones y reflexiones. Este discurso admitiría incluso matices impresionistas; por ejemplo, cuando se abordan contextos personales o colectivos cargados de emociones, en que se requiere salvaguardar anonimato y confidencialidad de informantes (Haidar & Ruiz, 2022).
Por lo anterior, resulta comprensible que lo autoetnográfico pueda concretarse como forma de expresar el resultado de algunos tipos de observación participante, en que la exposición-narración se desarrollen desde una perspectiva muy personal, subjetiva, mas no subjetivada intencionalmente. De hecho, no estaría exenta de posibles mecanismos de validación: nuestra observación autoetnográfica —limitada a los elementos en mayor grado vinculables con las expresiones compiladas— sometió sus apuntes a un contraste con los de la fuente más autorizada y actualizada posible en torno a la idiosincrasia ecuatoriana (Hurtado, 2018), y en determinados aspectos halló complemento en la aplicación de técnicas de entrevista no estructurada y encuesta; lo que permitió asegurar un grado de fiabilidad aceptable en su elaboración.
Resumiendo, las expresiones se identificaron por contraste con un modelo externo de habla (imprescindible para determinar lo diferencial en cuanto a formas y a usos) en el proceso de interrelación del investigador con la ciudadanía cuencana, integrando reportes ajenos de forma circunstancial, a lo largo de una observación suficientemente dilatada en el tiempo (10 años); sus análisis e interpretaciones se confrontaron con las apreciaciones igualmente externas de residentes extranjeros de otros países de habla hispana, o formados en el español como segunda lengua fuera de Ecuador; en la medida en que surgían distintas interpretaciones, se aplicaron técnicas complementarias de búsqueda informativa con que seguir confrontando (entrevistas no estructuradas a ciudadanos, encuestas a jóvenes universitarios sobre su autopercepción en tanto cuencanos2); y finalmente se aportó una visión externa del todo subjetiva, pero de importancia antropológica para diversidad de análisis y nuevos proyectos.
Entonces, planteada la premisa de que diversas expresiones del habla de la ciudad de Cuenca (Ecuador) estarían participando de un constructo colectivo de imaginario por autopercepción sublimada, se ha trabajado con el objetivo de describir las formas particulares de expresión que, desde una perspectiva interpretativo-social, reflejarían dicho constructo.
La ciudad ecuatoriana de Cuenca fue fundada en 1557. Se encuentra en la Cordillera de Los Andes, a una altitud media de 2550 msnm, y es la capital de la provincia de Azuay. Forma parte de la región cultural Sierra (siendo las otras regiones: Costa, Amazonía y Galápagos). La población actual del cantón (municipio) supera los 700 000 habitantes.
A diferencia de la generalidad de las ciudades latinoamericanas, su trayectoria urbanística no revela anillos de pobreza ni asentamientos marginales destacados. De hecho, sobresale por una rica arquitectura (colonial, ecléctica y moderna), de no pocas referencias europeas y altos valores estéticos. En ella se asientan varias familias ecuatorianas de clase alta, vinculadas a la banca, la industria, los negocios y las grandes empresas, con influencia económica y política. Para muchos, Cuenca puede resultar la ciudad más cara de Ecuador.
En ese entramado socioeconómico, es muy perceptible el predominio de unas clases media y media-alta que miran de continuo a la clase alta, fijándose metas de aproximación en un proceso de competición social consigo misma que incluye el manejo de determinados artículos (vestimenta, calzado, prendas) y ciertas prácticas sociales (renovación de vehículos y viviendas, adquisición de bienes inmuebles de recreo, vacaciones en el extranjero), motivada por satisfacer lo que tácitamente sería una norma de prestigio, aunque emular suponga una permanente situación de endeudamiento.
Resulta muy llamativo que la arquitectura misma, antes ya calificada de bella, invierte más en la imagen que en la funcionalidad. Podemos testimoniar la abundancia de apartamentos sin aislamientos acústicos adecuados, sin losas de hormigón impermeable entre pisos (lo que se oculta bajo un cielo raso de muy buen acabado), a veces faltos de iluminación y de ventilación (necesitados de ventiladores-extractores y de lámparas eléctricas durante el día), sin espacio siquiera para los implementos de limpieza, que parecen ser el resultado de una especulación urbanística que prioriza la explotación máxima del espacio para generar la mayor cifra posible de apartamentos, y que simula el confort mediante un acabado cosmético complaciente, con detalles que revelan indiscutible esmero, dado que el atractivo visual constituye el «gancho» comercial que el vendedor explota con sus clientes.
A propósito de la cuestión estética, en la región sobrevive una suerte de espíritu barroco, visible a veces en formas de vestir, pero más frecuentemente en gustos decorativos. Mobiliario, tapices, alfombras, lámparas de araña y demás objetos relacionables con la idea de alcurnia llegan a acumularse con efecto barroco o rococó en muchas residencias, incluso construidas en código espacial y estético moderno, lo que revelaría un gusto por la exuberancia muy bien consolidado, en plena conciencia y manejo de lo simbólico.
El deseo de lucir elegantes y de destacar en público lleva a algunas chicas jóvenes y a ciertas mujeres maduras a salir a la calle empleando calzado con tacones de aguja (o puyas), sin haberse entrenado lo suficiente en la forma adecuada de caminar con ellos. En aras de una apariencia inmediata, estarían sacrificando el tiempo y el esfuerzo del aprendizaje de la práctica, en situación que pareciera mostrar una mayor consideración por la posesión física que por la cultural, y revelaría una confianza anticipada en el éxito de lo material.
Por su parte, muchos hombres privilegian el uso del terno o traje, aunque la situación específica o el contexto no lo exijan, y es que la prenda es considerada una forma expresiva de formalidad, fundamental en relación con la imagen que pueda proyectarse en cualquier momento, y que, en principio, debería actuar siempre en su beneficio.
La relación de consumo ilustra comportamientos también muy particulares. La mayoría de los cuencanos de mi entorno inmediato mantienen contratos con las operadoras telefónicas más publicitadas y caras, que a fuerza imponen la imagen de ser las mejores; cuando el resto de las operadoras ofrecen los mismos servicios a menor precio, de lo que me he beneficiado siempre. De hecho, el precio de venta de un artículo puede ser considerado como evidencia indiscutida de su calidad; por lo que, ante dos productos similares, pueden creer que el más caro tiene mejor factura; y es esta una percepción que domina diversidad de mercados, el inmobiliario incluido. Sobran las ocasiones en las que, al pretender la venta de cualquier objeto de uso que he reemplazado por uno nuevo, me han sugerido elevar ostensiblemente el precio, bajo esta forma de pensamiento. Paralelamente, percibo un gusto por consumir y/o exhibir en público marcas de fabricación y producciones extranjeras (ropa, calzado, cerveza, etcétera), cuando el país tiene, a menor precio, un catálogo de productos y servicios de la más alta calidad, que también los extranjeros estiman, y de los que hacen buen uso.
Desde el punto de vista académico, es perceptible la apetencia por ostentar títulos, y se dan situaciones en que los aún maestrandos o doctorandos ya hacen constar en sus hojas de vida un título que todavía no poseen, o emplean la consabida fórmula de Candidato a Doctor3 en…, sin garantía alguna de que concluirán sus estudios y se titularán, ni preocupación porque en el contexto oficial académico dicha declaración implique, en un momento específico, no ser del todo veraz en torno a un hecho, sino más bien en torno a una expectativa.4
Con el título en mano, muchos exigen a los demás un cambio inmediato en el tratamiento hacia su persona, al extremo de tenerles que llamar «doctor» o «doctora» en contextos extraacadémicos, como en el vecindario o al coincidir en un parque, un supermercado o un restaurante. En discusiones entre padres de alumnos en colegios, hemos visto a algunos exigir, exaltados, que se les trate de «ingeniero» o «licenciado» y tener que soportar la réplica imprevista: «entonces usted a mí tráteme de doctor», en franco duelo público de rangos ya no académicos, sino sociales. Y en las puertas de algunos apartamentos de edificios multifamiliares en que he residido, he visto colocar cartelas finamente elaboradas (afines a veces al gusto barroco o rococó) para identificar al «cabeza de familia», donde no olvidan incluir los atributos académicos de licenciado, ingeniero o doctor; lo que traduciría un afán por destacar socialmente en el entorno inmediato.
Paradójicamente, con frecuencia se puede producir un choque entre la primera imagen que uno puede haberse formado en torno a las elevadas competencias expresadas por algún profesional (dentista, informático, agente inmobiliario, asesor financiero…), y la constatación de su frecuente solicitud de ayuda a los colegas que lo rodean (apoyada en un manejo estratégico del lenguaje) para el cumplimiento exitoso de sus funciones.
De manera general, y en comparación con evidencias históricas previas (Hurtado, 2018), sobreviven manifestaciones de paternalismo y permisivismo que pueden resultar un freno al desarrollo de las capacidades del individuo; así como una actitud frecuente de desconfianza hacia el otro y un gusto bien marcado por el ocio, que lleva a un frecuente incumplimiento de horarios en diversos espacios sociales, de lo que incluso hemos escuchado debatir alguna que otra vez en la radio local. Especialmente el paternalismo y el permisivismo sociales condicionan un efectivo aprovechamiento del engaño o embuste, bajo una suerte de neopicaresca: hemos vivido numerosas situaciones personales y profesionales que ilustran cómo los individuos pueden concebir toda clase de justificación personal (sospechosa), ante el más mínimo incumplimiento o la necesidad de algo, conscientes de que les funcionará; lo que les causa gran perplejidad cuando, en circunstancia del todo inesperada (frente a una persona formada en otro sistema de valores), dicha estrategia les falla porque la contraparte no acepta la excusa o les expresa directamente su falsedad.5
Todas estas conductas guardan relación con formas diversas de un asentado tradicionalismo, que no logran romper ni las inmigraciones diversas de la última década, ni las necesidades de los jóvenes formados en la era digital, ni el regreso a casa de familiares que han vivido por muchos años y/o se han educado en países desarrollados. De hecho, el progreso científico y cultural de la ciudadanía cuencana se percibe ralentizado frente a la velocidad (estrés) del siglo xxi en el mundo; lo que contrasta con una infraestructura que, muy bien valorada por visitantes y residentes extranjeros, consideramos idónea para una altísima productividad con logros de originalidad y autenticidad, en tanto valores posibles de basar en una riqueza cultural ancestral privilegiada. (Esto, sin dejar de preguntarnos si el ritmo de vida imperante en el mundo desarrollado no enajena cada vez más al ser humano, y es el ritmo cuencano un mejor equilibrio en lo social y biológico.)
Como resultado de un constructo formado más por reiteración que por evidencia, habría que mencionar la imagen que la ciudad ha ido instituyendo de sí misma en toda clase de publicidad como «la Atenas del Ecuador»; imagen que hoy día podría contrastar con el nivel informativo cultural de sus habitantes y el de las personas de la región Costa. Cuestiones históricas y de actualidad, figuras públicas internacionales, obras cinematográficas y series de moda, música pop y otros elementos que forman parte de la cultura cotidiana a nivel internacional (creando lo que podría considerarse un «promedio de información» dentro de los jóvenes), acerca de lo que es posible conversar animadamente con estudiantes universitarios costeños, a ratos resulta desconocido para sus homólogos cuencanos, lo que lleva a pensar que la Costa podría tener otra dinámica marcada por un activismo y una curiosidad intelectual mucho mayores.
Lo anterior, junto a la fortísima dinámica artística y cultural de ciudades como Guayaquil (de la región Costa) e incluso Quito (de la Sierra misma), llevan a que, hoy día, la imagen de una «Atenas del Ecuador» no pareciera ya tan adecuada en referencia a Cuenca; salvo por su condición de ciudad extraordinariamente hermosa, que resulta, sin discusión alguna, uno de los mejores puntos geográficos de encuentro del mundo (o sea, por una cuestión mayormente de imagen).
La comparación Sierra-Costa no podría considerarse del todo gratuita. Los serranos llaman «monos» a los costeños. Sobre la voz mono, la fuente más actualizada señala:
Hipocorístico con que designa el serrano al oriundo de la Costa: Los monos son más alegres que los serranos. ¿Será porque viven cerca del mar? No es peyor[ativo]. (Cordero de Espinosa, 2004, p. 237)
A su vez, los costeños llaman «morlacos» a los serranos de Cuenca. Sobre la voz morlaco, la misma fuente indica:
Hipocorístico con que se designa a los nacidos en Cuenca o cuencanos: ¿Por qué crees tú que los morlacos cantan? Como hipocorístico, no puede tomarse en sentido peyor[ativo]. Sin embargo, hay quien encuentra en este apodo malicia y mordacidad. (Cordero de Espinosa, 2004, p. 238)
Lo cierto es que la relación entre los pobladores de la Sierra y de la Costa sí acumula tensiones, no siempre admitidas, pero muy evidentes no solo para el observador externo, sino imposibles de negar en circunstancias políticas y sociales puntuales y muy actuales. Durante los paros que se han producido en el país (2-13 de octubre de 2019; 13-30 de junio de 2022), se han escuchado insistentemente por parte de los habitantes de la región Costa (sobre todo de Guayaquil) duras críticas contra los serranos y sus deseos manifiestos, como costeños, de independizarse políticamente de la Sierra. Una investigación reciente en torno a estas manifestaciones en el siglo xix, concluye que «aunque el regionalismo ha disminuido con la globalización y modernización, sus efectos aún son visibles en las dinámicas políticas y sociales actuales en Ecuador» (Ibáñez, 2024, p. 6). Un estudio también reciente de glotofobia, centrado en los prejuicios y rechazo hacia dos variedades dialectales y tres sociolectos del español de Ecuador, concluye:
Las personas de la Costa mostraron menos prejuicios lingüísticos hacia las dos variedades diatópicas seleccionadas, mientras que las personas de la Sierra señalaron más actitudes negativas hacia la variedad dialectal costeña y los sociolectos de clase baja o popular de la Costa y de la Sierra. (Londoño, 2023, p. 37)
El pasaje anterior demuestra las manifestaciones de prejuicios internos en la Sierra misma, en virtud de sus diferencias de clase y de niveles de instrucción. En el caso de Cuenca (donde, a nivel de ciudad, las diferencias de clase se manifestarían en porcentajes menores por el ya apuntado predominio de una clase media) quizás el sentimiento de orgullo podría participar de algunas de sus manifestaciones al respecto de otras regiones.
Así las cosas, este particular no podría considerarse a la ligera cuando de comprender fenómenos culturales ecuatorianos y sus más variadas manifestaciones se trata.
Otra cuestión de interés resulta la relación matizada de muchos cuencanos al respecto de lo propio, considerando como tal no lo nacional, sino lo eminentemente local. Es así que valoran mucho su formidable producción de sombreros de paja tojilla, sus tradicionales y únicos trabajos de hojalatería y herrería, su habilidad para fundir estilos arquitectónicos en una estética equilibrada y distintiva; pero también el patrimonio de sus apellidos familiares más estimados e ilustres; de ahí la «entrevista en profundidad» a que pueden someter a un desconocido (con perspicacia), en relación con su procedencia familiar y social, antes de decidir qué tipo de relación entablar con él.
Otras características del cuencano derivarían de la religiosidad que expresan y practican incluso en instituciones públicas y «laicas», así como del clima propio de su entorno, determinado por la altitud y la frialdad, que lo lleva al manejo de un tono y volumen de voz mucho más moderados que los de los hablantes de la región Costa,6 y a una vida nocturna también más recogida en el seno del hogar, donde los mayores imponen una relación de respeto difícil hoy día de hallar en otras regiones del mundo. Lo anterior se ve complementado, de manera especial, con su afabilidad y trato cortés, revelador de una atención a las más diversas formas explícitas de la educación formal, sin olvidar que tributan directamente a la primera imagen del individuo.
Todo esto, considerable apenas un bosquejo de la idiosincrasia cuencana, podría resumirse en una cultura tradicionalista, muy atenta a la imagen, inserta en una suerte de simulación en la que importa mucho la ostentación, en proceso de construcción y proyección —tanto personal como familiar— de un imaginario social, intelectual y económico de sí mismos, en ejercicio de competición asimilatoria a estratos superiores de clase social y/o paradigmas de profesional. Tal proceso podría estar ajeno a cualquier juicio crítico, podría incluso resultar solo «heredado» y no concienciado ni intencionado; sin embargo —y reconectándonos con la cuestión lingüística que más nos interesa—, resulta sintomático en tal sentido que muchos jóvenes universitarios (que consideramos con adecuada capacidad de observación crítica sobre su entorno), bien al responder a su profesor extranjero cómo se autoperciben en tanto cuencanos, bien al emitir criterios sobre sus propios conciudadanos, utilicen los calificativos de curuchupas o curochupas7 (que designa a personas muy conservadoras, de fuerte apego a la tradición católica, reacias a los cambios, avances e innovaciones) e incluso el adjetivo hipócritas (asociable a las nociones de falsedad, fingimiento o simulación): expresiones debatibles8 que podrían motivar, por supuesto, el planteamiento de hipótesis y el diseño de investigaciones particulares, siendo la cuestión antropológica y sociológica ecuatoriana en general de sumo interés y posibilidades de estudio y aportes.
Como se corroborará, muchas de las características que se han reseñado (la percepción de ritmo de vida ralentizado, el gusto por formas expresivas de lo barroco, la tendencia a la ostentación de nivel y formas de vida, la frecuente necesidad de ayuda, el interés en la construcción de una imagen…) parecen hallar correlatos específicos en el habla local.
Los fenómenos seleccionados pueden participar, en forma exclusiva o inclusiva, de dos tipos fundamentales de expresiones. Las expresiones proimagen contribuyen a generar, transmitir y/o preservar el constructo de autopercepción sublimada. Las expresiones proactivas favorecen (incluso garantizan) la interacción positiva del hablante con sus interlocutores, nativos o no, para la consecución de toda clase de propósitos prácticos. En múltiples casos resultará notoria la relación vinculante entre uno y otro tipos de expresiones.
Es el caso de construcciones y expresiones que contribuyen, en forma muy destacada, a proyectar socialmente una imagen sublimada que evita a toda costa el reconocimiento de sí mismos en situaciones de necesidad, dependencia, desventaja, inferioridad económica o subalternidad, aun estándolo.
[EPI 1] Expresión subrepticia ‘hacer un préstamo’. Se han podido registrar expresiones como las siguientes:
(01) Esta tarde voy al Banco a hacer un préstamo.
(02) Tengo que ir a Produbanco a hacer un préstamo.
(03) Es que ayer en la JEP hice un préstamo.
(04) A esa hora estuve en el Austro haciendo un préstamo.
(05) En lugar de hacer eso, yo hago un préstamo al Banco y compro el auto.
El sustantivo préstamo concierne tanto a la acción como al efecto de prestar. Desde el punto de vista del efecto y del requerimiento, se expresa mediante los verbos solicitar, pedir, recibir y otros análogos; mas no mediante el verbo hacer, no compatible con el efecto, sino con el significado de ejecutar o realizar la acción de prestar: «Entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo y después lo restituya o devuelva» (RAE, 2024). En estos casos, los hablantes fueron a solicitar o a pedir dicho préstamo; y no fue ninguno de ellos, sino la institución bancaria, el facilitador activo o prestamista. La construcción, de escaso compromiso con el régimen gramatical normativo, potencia el resultado. Al respecto, dos extranjeros (argentina y francés) refieren haberse creado una imagen errada de personas a las que inicialmente imaginaron en una posición de tan alta solvencia económica como para ofrecer respaldo personal a instituciones financieras, cuando ocurría todo lo contrario; y sobre esta expresión del habla, bastante generalizada, incluso interpretan la existencia de un complejo social implícito, lingüísticamente evidenciado.
[EPI 2] Camuflaje por inversión de efecto de la locución verbal ‘hágase un favor’. Expresión de muy alta frecuencia, mediante la cual se elude la condición de estar necesitado o urgido de ayuda, al solicitarla:
(06) Hágase un favor, joven: suba mis bolsos al bus.
(07) Amigo, hágase un favor: revíseme esta redacción, a ver si está bien.
(08) Doña Ana, hágase un favor: diga a mis alumnos que los espero en el museo.
(09) Profe, hágase un favor: déjeme por unos días su libro de Eco, a ver si termino la tarea de la profe de Estética.
Para informantes extranjeros (española y mexicano), en tales expresiones subyace, de manera concomitante, una muy alta consideración de sí por parte del hablante, que ofrece a la contraparte la posibilidad de honrarse a sí misma con el servicio que le prestaría: lectura que no podría desestimarse en el sentido de la premisa manejada.9
[EPI 3] Resemantización ventajista del verbo ‘prestar’. En este caso, el verbo prestar es asumido por el hablante en el sentido de regalar, dado que la solicitud del préstamo no implica para él obligatoriamente su devolución. Las solicitudes se expresan de estos modos:
(10) ¿Me prestas un dolarito?
(11) Préstame cinco latas10.
La evidencia, en este fenómeno, radica en el acto y no en el enunciado: el préstamo termina siendo olvidado, y cuando se realiza alguna reclamación, la respuesta suele enfatizar la consideración del acto de prestar en su equivalencia con el significado (para otros hablantes hispanos) del acto de regalar.
Se registran respuestas (reproches) como «Pero si tú me lo prestaste» y comentarios a otras personas: «Me prestó y ahora me pide de vuelta».
Un informante español reporta que, según su experiencia de años, solo puede asumirse como préstamo real cuando la solicitud viene acompañada del compromiso explícitamente enunciado de devolución; y testimonia este caso: «Pana, préstame diez latas y el martes te devuelvo». Se interpreta entonces la resemantización del verbo prestar por «picaresca» transformación de la realidad aludida, con un propósito ventajista.
Convenimos en que su empleo es del todo voluntario y consciente, en total conocimiento de la existencia del acto de regalar. Con el empleo del verbo prestar, el hablante evita «rebajarse» a manifestar su necesidad de algo en situación de no poder retribuir la ayuda, pero asegura la «imagen» de total capacidad de hacerlo. Se ha observado, de hecho, una relación bien compleja en el manejo de los verbos prestar/regalar, que podría esconder otras implicaciones mucho más profundas aún por dilucidar, necesitadas de un estudio específico.11
[EPI 4] Densidad retórica de la cortesía verbal. Se trata de un recurso del todo acumulativo, y a ratos ampuloso, que conecta con el espíritu barroco ya reseñado. Como recurso, induce a percibir una imagen de la más alta educación formal. Sin embargo, puede generar incomodidad en situaciones de apremio en las faenas laborales, en las que nos resulta imposible detenernos a disfrutar con cada compañero de una charla amistosa, ni sostenerla en cada sesión de trabajo, por demás rutinaria. Esto se avendría perfectamente con la noción de ritmo de vida ralentizado que se abordó antes. A veces, la aglomeración de tantos elementos (más en la salutación que en la despedida) genera un clima trampa muy efectivo de camaradería optimista, que retarda por parte del interlocutor la acción de anticipar o presuponer alguna petición concreta aguardando. Acontece por igual en el coloquio, llamadas telefónicas, audios de WhatsApp; y contrasta fuertemente con los simples «Hola» o «Buenos días» manejados, en otros países, en los espacios laborales de continua relación personal. Valgan al respecto las transcripciones siguientes:
(12) Amigo querido, muy buenos días. ¿Cómo está usted? ¿Está buenito? Lo vi de lejos en el congreso, pero no pude saludarle. Dígame de su amiga la española, espero que ya haya mejorado. Oiga: ¿será posible que me envíe por correo el formulario de la entrevista? Es que no logro acceder a la plataforma…
(13) … Amigo, ha sido un gusto encontrarle. Ya le tengo que dejar. Cuánto me alegro de haberle visto bien. Es siempre un placer. Cuídese mucho. No olvide llamarme si necesita algo. Abrazos. Tenga un muy lindo día. Adiós, adiós…
Resultan recurrentes las construcciones y usos encaminados a un propósito concreto: bien la consecución de ayuda o colaboración material, bien el convencimiento de la contraparte para que efectúe una compra o inversión.
[EPA 1] Empleo estratégico del diminutivo cortés y/o atenuador. Con propósito de obtener colaboración, se enfatiza la cortesía del apelativo:
(14) Doctorcita, ¿me ayuda llenando la matriz de Excel?
(15) Manuelita, acolíteme12 con la organización de la minga13.
(16) Jefecito, deme hasta el lunes para terminar esta entrega.
Con propósitos marcados de vender, es preciso atenuar las eventuales apreciaciones de descompensación valor/precio:
(17) Tres dolaritos nomás cuesta.
(18) A cinco dolaritos cualquier docena.
(19) A un dolarito la funda de limones.
[EPA 2] Empleo mimoso del apócope de apelativo. Obedece a similares propósitos, y se acompaña de una pronunciación más suavizada. Típico en situaciones como las siguientes:
(20) Veci, cómpreme un número para la rifa del sábado.
(21) Licen, permita que la Luisa esté en mi equipo.
Los empleos de las expresiones de EPA 1 y EPA 2 resultan del todo marcados o intencionados en el discurso oral, al manifestarse por contraste, dado que, en situaciones más generales, no requeridas de un beneficio, se desestiman por completo y hasta se expresan términos plenos: vecino, licenciado, etcétera.
[EPA 3] Expresión estratégica condicionante ‘no sea malo(a)/no sea malito(a)’. Se emocionaliza la construcción discursiva de un ruego, con propósitos de solicitar algún beneficio inmediato:
(22) No sea malito, hágame una fotocopia de la cédula.
(23) Profe, no sea malo, déjeme presentar la tarea atrasada.
(24) Oiga, no sea malita, permítame pasar antes o llegaré tarde al trabajo.
Como recurso lleva al interlocutor a tenerse que considerar obligatoriamente una mala persona si no complace la petición; lo que participaría de la formación ciudadana en una manera de entender las relaciones humanas en su comunidad.
[EPA 4] Empleo estratégico del «sí» conminativo. Se construye en forma interrogante con el adverbio afirmativo sí seguido de formulación verbal en futuro. Con el propósito de conseguir algún bien o facilitación material:
(25) ¿Sí vas a prestarme tu mochila?
(26) ¿Sí me llevarás hasta la casa en el auto?
(27) ¿Sí me dejarás la moto?
Con el propósito de obtener permiso o aprobación:
(28) ¿Sí aprobará mi catálogo de la expo?
(29) ¿Sí me autorizará a faltar mañana?
En ocasiones, se registran construcciones por combinación múltiple de recursos, sea en forma EPA 1/2+3, sea en forma EPA 1/2+3+4:
(30) Licen, no sea malo, súbame esa calificación.
(31) Doctorcita, no sea malita, ¿sí va a revisarme el artículo antes de entregarlo?
Estas situaciones específicas resultan en una densidad retórica conminatoria (también barroca), sumamente representativa de un modo de hablar bastante alejado de las formas actuales en otros países y regiones de habla hispana, profundamente llamativa y participativa de una muy singular idiosincrasia.
Las expresiones recogidas en el presente artículo no han sido halladas en estudios previos sobre el habla cuencana o ecuatoriana, por lo que representan un aporte de interés a los estudios propiamente lingüísticos. Si muchas de ellas (y algunos términos específicos) no se encontraron en fuentes lexicográficas que fueron el resultado de investigaciones con diseños ya tradicionales dentro de la lingüística (con universos, formas de muestreo, técnicas de recogida de información y paradigmas de análisis preestablecidos, en lapsos forzosamente delimitados), el trabajo demuestra la necesidad de integrar formas diversas de investigación, en busca de completitud informativa, complementariedad analítica, diversidad interpretativa y, al final, ganancia cognoscitiva.
Si bien cabrían diversas interpretaciones en torno a muchas de las expresiones aquí abordadas (solo posibles de aportar con estudios futuros desde otras perspectivas y enfoques que no corresponden a los de esta presentación), tal posibilidad no altera la forma de interpretar el resultado de su interacción en sistema que aquí compartimos desde una particular apreciación antropológica.
En Cuenca, la autopercepción sublimada sería un fenómeno evidenciado tanto a nivel de ciudad (la «Atenas del Ecuador») como de ciudadano. El cuencano promedio, con razón orgulloso de residir en la ciudad más bella del país, con el menor índice de marginalidad y de inseguridad, y con la infraestructura mejor desarrollada de la región, estaría sublimando su propia autopercepción y construyendo un imaginario de prosperidad, talento y capacidad en todos los órdenes (familiar, económico, profesional, social).
Sostener la irrealidad del constructo requeriría de un manejo estratégico del lenguaje, con una doble función ilusionista-propiciatoria. Con una finalidad proimagen se podrían estar empleando la expresión subrepticia hacer un préstamo, el camuflaje por inversión de efecto de la locución verbal hágase un favor, la resemantización ventajista del verbo prestar y la densidad retórica de la cortesía verbal. En todas, subyacería alguna clase de beneficio tácito, pero en tal dirección resultarían mucho más específicas las expresiones proactivas, como el diminutivo cortés y/o atenuador, el apócope mimoso en apelativos, la expresión condicionante no sea malo(a)/no sea malito(a) y el empleo del sí conminativo.
El manejo de tales recursos, en mayor o menor grado ajeno a cualquier juicio crítico, en mayor o menor grado concienciado o intencionado, sin duda alguna estaría resultando efectivo al garantizar el logro de los propósitos más generales del hablante.
La muy posible transmisión intergeneracional del conjunto de estas expresiones (tema por estudiar) conformaría una tradición de habla que, con independencia de su posible presencia en otras regiones ecuatorianas o latinoamericanas, en el caso de Cuenca podría estar participando de procesos de ilusionismo, simulación y ostentación que sostendrían toda una cultura de la imagen, sólidamente establecida.
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Misael Moya Méndez (Santa Clara, Cuba, 1972). Licenciado en Letras, Especialista en Edición de Textos y Doctor en Ciencias Lingüísticas, con estudios de nivel técnico en artes plásticas y Maestría en Educación Cultural y Artística. Actualmente, profesor y director de Investigación en la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca (Ecuador).
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Moya, M. (2025). Expresiones del habla actual de Cuenca (Ecuador) como reflejos de un constructo colectivo de imaginario por autopercepción sublimada. Islas, 67(211): e1571.
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ISSN: 0042-1547 (papel) ISSN: 1997-6720 (digital)
http: //islas.uclv.edu.cu
Sobre la variable sociolingüística diafásica, se ha observado que todo parece apuntar al «manejo de un registro básico generalizado, con el cual los hablantes se adaptan a distintas situaciones contextuales, cuya funcionalidad parece descansar en algunas características pragmáticas como un particular empleo de la cortesía verbal y un repertorio léxico moderado» (Moya, 2019, p. 179).↩︎
Durante el proceso investigativo, en un momento específico, fue necesario aplicar a estudiantes universitarios una breve encuesta con las preguntas siguientes:
Encabezamiento: ¿Es usted cuencana o cuencano? S/N. ¿Responde voluntariamente a esta encuesta? S/N. Declare su sexo: M/F. Declare su edad: (años).
Encuesta: Si le pidiéramos responder a cómo se autopercibe en tanto cuencana o cuencano, o cómo percibe o caracterizaría usted a los cuencanos desde su visión personal, ¿cuáles tres adjetivos, calificativos o atributos emplearía? (Tres espacios para responder.)↩︎
La denominación Candidato a Doctor, procedente del antiguo campo socialista que la instituyó, es en sí misma ya un título de doctorado, que equivale al doctorado en una especialidad (PhD), previo al doctorado en la ciencia, generalmente conocido como «segundo doctorado» y que hoy se tiende a asimilar o a sustituir con los denominados procesos posdoctorales. En el caso de la situación narrada, la buena práctica académica establece emplear el término de doctorando(a) para señalar que se están cursando estudios al efecto, e indicar eventualmente la institución. (Una práctica como esta evidenciaría cierta inmadurez cultural académica, pero sería comprensible en un país que muy recientemente ha comenzado a fortalecer la actividad científica y universitaria, y que tal vez ignore mucho de las tradiciones históricas previas del área.)↩︎
Incluso se ha corroborado la exigencia por parte de algunos alumnos de posgrado de que les aprueben materias que han suspendido, solo porque cumplieron con los pagos de colegiatura, lo que enlaza con el rumor de que décadas atrás los títulos pudieron haber sido objeto de tráfico. Pareciera interesar más exhibir «el cartón» (título), que alcanzar las plenas competencias en la disciplina de estudio.↩︎
En situaciones incómodas como la testimoniada, la reacción típica de los sujetos ha sido la de darse por ofendidos, con una actitud implícita de reproche a la contraparte por no participar del «juego» en que, por convención social, le correspondería aceptar las razones sin ponerlas en tela de juicio. Este recurso, frecuentemente empleado, resulta efectivo no solo para tomar distancia, sino para considerarse, a partir de este momento, no obligado a cumplir cualquier compromiso contraído y aún pendiente con la contraparte (especialmente las deudas económicas).↩︎
Si a una mayor altitud existe menor concentración de oxígeno, es lógico que la fisiología se adapte y que el organismo, para economizar recursos, hable más bajo; y es lógico que esto condicione un umbral de escucha también menor; lo que corroboro por haber nacido y vivido prácticamente al nivel del mar, y haber tenido que entrenar el oído para escuchar a mis alumnos, y adaptar mi manera de hablar a un menor volumen de voz. La adaptación es tal, que hoy día rechazo, como cualquier cuencano, el bullicio de la región costa y el de mi región natal: el Caribe. Este elemento, que también implica que los serranos consideren maleducados a los costeños, tiene para mí únicamente el fundamento explicado.↩︎
El término no aparece recogido en Cordero de Espinosa (2004) ni en Villavicencio (2021). Sin embargo, sí se registra en el Diccionario de americanismos (AALE, 2010) y se explica ampliamente en Encalada (2024, p. 57).↩︎
Expresiones como estas quizás podrían relacionarse con el fenómeno de identidad o autoimagen negativa de los latinoamericanos, tratada en estudios de psicología social (véase Traverso, 1998, p. 73).↩︎
El fenómeno implica una suerte de desubicación cognitiva del yo/usted, que podría estar participando de otros fenómenos aún por estudiar, relacionados con la total asincronía entre ciertos contenidos supuestos en mensajes de hablantes promedio, y la real interpretación de algunos interlocutores, por efecto de un manejo a veces patológico de la gramática española (entiéndase el divorcio absoluto entre lo dicho y lo que se quería decir). En esto podría estar influenciando la educación deficiente en cuestiones de lengua española: la urgencia de un plan director al respecto incluso ya se ha defendido (véase Moya, 2019).↩︎
Lata: «Dólar. De “lata”, de “hojalata”, f., lámina de hierro o acero, estañada por las dos caras (DLE), que se emplea metafóricamente para referirse a la moneda por la materia» (Villavicencio, 2021, p. 280). Esta acepción concreta no aparece registrada en Cordero de Espinosa (2004: 210) ni en Encalada (2024, p. 112).↩︎
Existe una suerte de resemantización en cadena, por traslación de significados, en la cual el verbo prestar se emplea en el sentido de regalar, y el verbo regalar se maneja en el sentido de comprar. En pequeños mercados y abacerías, es frecuente escuchar a un cliente dirigirse al vendedor en estos términos: «Regáleme una Pepsi», consciente de que deberá pagarla. Pero incluso en estos casos, suficientemente conocidos, hay extranjeros que perciben el manejo intencionado de la lengua con una esperanza mínima de conseguir ciertamente el «regalo».↩︎
Acolitar: «Acompañar o ayudar a otra persona en actitud de complicidad. Tiene su origen en la actitud de ayuda y acompañamiento de un acólito al sacerdote durante cualquier rito religioso» (Villavicencio, 2021, p. 56). Similar acepción se registra en Cordero de Espinosa (2004, p. 355) y en Encalada (2024, p. 15).↩︎
Minga: «Reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común […] Trabajo agrícola colectivo y gratuito con fines de utilidad social» (Cordero de Espinosa, 2004, p. 233). Similar acepción se registra en Encalada (2024, p. 124). El término no se registra en Villavicencio (2021), y es justo apuntar que esta obra, que inicialmente decidimos consultar solo porque su actualidad y calidad científica permitirían emplearla en forma complementaria, ya que recoge específicamente voces de la jerga juvenil en uso, probó un alcance mucho mayor, como al aportar la acepción de lata antes tratada, que no registran las dos fuentes léxicas generales con que trabajamos.↩︎